miércoles, 27 de septiembre de 2017
lunes, 11 de septiembre de 2017
PARA EMPEZAR EL CURSO......
Botella al Mar para el Dios de las Palabras (Discurso de Gabriel García Márquez, premio Nobel de literatura año 1982)
A mis 12 años de
edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que
pasaba me salvó con un grito: «¡Cuidado!» El ciclista cayó a tierra. El señor
cura, sin detenerse, me dijo: «¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?» Ese
día lo supe. Ahora sabemos, además, que los mayas lo sabían desde los tiempos
de Cristo, y con tanto rigor que tenían un dios especial para las palabras.
Nunca como hoy ha sido tan grande ese poder. La humanidad entrará en el tercer
milenio bajo el imperio de las palabras. No es cierto que la imagen esté
desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está potenciándolas:
nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío
como en la inmensa Babel de la vida actual. Palabras inventadas, maltratadas o sacralizadas
por la prensa, por los libros desechables, por los carteles de publicidad;
habladas y cantadas por la radio, la televisión, el cine, el teléfono, los
altavoces públicos; gritadas a brocha gorda en las paredes de la calle o
susurradas al oído en las penumbras del amor. No: el gran derrotado es el
silencio. Las cosas tienen ahora tantos nombres en tantas lenguas que ya no es
fácil saber cómo se llaman en ninguna. Los idiomas se dispersan sueltos de
madrina, se mezclan y confunden, disparados hacia el destino ineluctable de un
lenguaje global. La lengua española tiene que prepararse para un oficio grande
en ese porvenir sin fronteras. Es un derecho histórico. No por su prepotencia
económica, como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica
creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión,
en un ámbito propio de 19 millones de kilómetros cuadrados y 400 millones de
hablantes al terminar este siglo. Con razón un maestro de letras hispánicas en
Estados Unidos ha dicho que sus horas de clase se le van en servir de
intérprete entre latinoamericanos de distintos países. Llama la atención que el
verbo pasar tenga 54 significados, mientras en la República de Ecuador tienen
105 nombres para el órgano sexual masculino, y en cambio la palabra
condoliente, que se explica por sí sola, y que tanta falta nos hace, aún no se
ha inventado. A un joven periodista francés lo deslumbran los hallazgos
poéticos que encuentra a cada paso en nuestra vida doméstica. Que un niño desvelado
por el balido intermitente y triste de un cordero dijo: «Parece un faro». Que
una vivandera de la Guajira colombiana rechazó un cocimiento de toronjil porque
le supo a Viernes Santo. Que don Sebastián de Covarrubias, en su diccionario
memorable, nos dejó escrito de su puño y letra que el amarillo es «la color» de
los enamorados. ¿Cuántas veces no hemos probado nosotros mismos un café que
sabe a ventana, un pan que sabe a rincón, una cerveza que sabe a beso? Son
pruebas al canto de la inteligencia de una lengua que desde hace tiempo no cabe
en su pellejo. Pero nuestra contribución no debería ser la de meterla en
cintura, sino al contrario, liberarla de sus fierros normativos para que entre
en el siglo venturo como Pedro por su casa. En ese sentido me atrevería a
sugerir ante esta sabia audiencia que simplifiquemos la gramática antes de que
la gramática termine por simplificarnos a nosotros. Humanicemos sus leyes,
aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen
todavía para enseñarnos y enriquecernos, asimilemos pronto y bien los
neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir,
negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los qués endémicos, el
dequeísmo parasitario, y devuélvamos al subjuntivo presente el esplendor de sus
esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemos en vez de cantemos, o el
armonioso muéramos en vez del siniestro muramos. Jubilemos la ortografía,
terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos
un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los
acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga
lágrima ni confundirá revólver con revolver. ¿Y qué de nuestra be de burro y
nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y
siempre sobra una? Son preguntas al azar, por supuesto, como botellas arrojadas
a la mar con la esperanza de que le lleguen al dios de las palabras. A no ser
que por estas osadías y desatinos, tanto él como todos nosotros terminemos por
lamentar, con razón y derecho, que no me hubiera atropellado a tiempo aquella
bicicleta providencial de mis 12 años
1-
¿Qué
son para ti las palabras?
2-
Elige
una palabra que te identifique, piénsala bien, tómate tu tiempo, con ella vas a
nombrarte y definirte. Explica a la clase por qué te gusta presentarte con
ella.
3-
¿A
cuántos adjetivos crees que puede sustituir la palabra comodín “guay”? Haz una
lista de ellos. Reflexiona acerca de esto.
4-
Este
curso vamos a intentar amar un poco más las palabras, disfrutar del lenguaje,
de sus historias, construir con ellas el mundo que deseamos para nosotros.
¿Estás dispuesto a iniciar esta tarea? ¿Qué crees que obtendrás como botín?
Etiquetas:
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CUENTOS,
literatura,
recursos de lengua
LENGUAJE Y COMUNICACIÓN
Dice Juan Luis Arsuaga en El Collar del Neandertal
que, antes de que apareciese el lenguaje y, con él, la consciencia, ya existía
la comunicación. Los chimpancés emiten inconscientemente vocalizaciones que, en
general, expresan sus estados de ánimo: pueden ser de ira ante un extraño
rival, de júbilo frente a un árbol cargado de frutos o de miedo ante la
presencia de un peligroso depredador. Al mismo tiempo gesticulan. Esa información
– el enfado, los frutos o un leopardo- es extremadamente útil para los otros
miembros del grupo. En todos los casos interesa el estado de ánimo del sujeto,
pero también la causa que lo provoca. Algo parecido ocurre con los bebés cuando
los adultos interpretamos sus llantos y sus balbuceos y somos capaces de
traducir movimientos, sonidos o medias palabras en requerimientos: quiere que lo saque del parque, tiene
hambre, quiere que lo cojas en brazos, se ha asustado……..
Sin embargo, en el mismo momento en el que un
antepasado nuestro fue lo bastante inteligente como para comprender el efecto
que producían en los demás sus vocalizaciones y sus gestos, comprendió su
significado y nació el lenguaje. Las vocalizaciones y los gestos se
convirtieron automáticamente en símbolos que podían ser modificados y
manipulados para transmitir información, verdadera o falsa, a voluntad. La
comunicación inconsciente dejó paso a la consciente, al lenguaje. Dos
habilidades comunicativas son primitivas: escuchar y hablar. Con el nacimiento
de las sociedades complejas se sumaron dos más: leer y escribir.
Los primeros intentos de explicar la comunicación
desde una perspectiva lingüística no repararon en un elemento fundamental como
es la intencionalidad, la conciencia de comunicarse y concluyeron que comunicar
es transmitir información. Dicha reducción despoja a la comunicación de su
cualidad más atrayente: la intencionalidad del emisor y la interpretación del
receptor.
CUESTIONES
a) ¿Cómo definirías la comunicación?
b) ¿Qué elementos crees que son necesarios
para que exista la comunicación?
c) Intenta determinar de cuántas maneras
podemos comunicarnos.
d) Cuando comunicamos algo a alguien lo
hacemos con alguna intención. Nombra algunas.
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